Herman Mellvile es un autor encasillado en la corriente del Realismo, podría poner fácilmente un enlace a la wikipedia, pero eh, mejor leed un libro que hable sobre ello (será tremendamente aburrido, ya os lo digo ahora, pero quizás didáctico). En definitiva, podéis imaginar lo que es el Realismo, con lo cual, me ahorraré descripciones tediosas y francamente insustanciales. Voy a dividir la reseña en dos partes para que no quede tan densa, en esta primera parte hablaré sobre el libro en general y sobre Moby Dick, en el siguiente hablaré sobre el Pequod (el barco donde navega Ahab) y sobre el mismísimo Ahab. No pretendo ser un ilustrado en este tipo de reseñas, así que que me perdonen los puristas y que no sigan leyendo, no les vaya a dar un infarto y me ensucien el parqué. Allá voy.
El Libro:
Nos enfrentamos a una obra ciclópea, tanto en contenido como en páginas. No me gusta recorrer las sendas de la forma, tamaña tontería me parece supina excepto cuando se habla de poesía (y aún así, lees cada memez que hace que te tiemblen las piernas), sin embargo debo entrometerme en esa piscina de zarzas para comentar un par de cosas sobre este Moby Dick. La estructura del libro aterroriza, un mar de definiciones imposibles sobre la vida en un ballenero, sobre la vida de los balleneros, sobre la forma de pensar, actuar, socializar, comer, dormir, cazar, cultivar el pensamiento, rezar, etcétera de los balleneros… todo eso se mezcla con esporádicos capítulos en los que la historia avanza, en los que se busca con ahinco a la ballena blanca.
Con una aceleración lenta, que acaba cogiendo una velocidad alarmante en las últimas 20-30 páginas, Moby Dick va desplegando el drama de un hombre obsesionado que consigue obsesionar al resto de su tripulación (a casi todos) con el ansia por cazar a la ballena blanca. Junto a eso, el señor Mellvile engrandece su ánimo haciendo que nos sintamos sumamente ignorantes; como mucho consigues captar 1/4 de las referencias a otros clásicos y a la Biblia, y muchos de los que pillas simplemente dices: «mmmm, juraría que esto hace referencia a algo, pero vete a saber a qué». Estudiar este libro supondrá una epopeya digna de elogio para cualquiera con el suficiente tiempo y ánimo como para siquiera intentarlo. Tiene mi bendición. Avísame cuando acabes.
Juraría que es uno de los padres de la novela moderna, con ese narrador en primera persona que confunde en ocasiones y que muestra su omnipotencia en otras. El Simbolismo reinante convierte cada recodo del libro, cada línea y cada párrafo, en un intento enmarañado de metáforas basadas en clásicos y en la religión, una maraña compleja de desentrañar y complicada de comprender. Aún con eso, Moby Dick es un clásico imprescindible, sobretodo para los que no sientan temor ante tochos densos y en ocasiones un tanto infumables; si puedes con eso, podrás con este libro, a pesar de que en ocasiones puedas desfallecer.
La Ballena Blanca:
Como digo en el título: el terror blanco del ser humano. Preparaos para una disquisición pseudofilosófica sobre el miedo, el bien y el mal. Hay un capítulo en el libro dedicado íntegramente a definirnos el porqué el blanco es un signo de terror, a pesar de que nosotros siempre lo asociamos a un signo de beatitud y cosas buenas en general. Un capítulo bastante filosófico que te hace pensar que es cierto todo lo que dice.
Moby Dick representa a una ballena anciana, extremadamente grande y con una maldad e inteligencia más atribuible al ser humano que al mundo animal; un ser capaz de atacar por maldad y tan solo arrancarle una pierna al bueno de Ahab, provocándole su dolor y posterior obsesión.
Siempre surge de la nada protegiendo a otras ballenas y acabando con uno o dos botes de balleneros. Cuando algún barco, como el siniestro Pequod (del cual hablaremos en otro post más adelante) se lanza en la brutal persecución de la ballena blanca, ésta se muestra esquiva, siniestramente inteligente y alarmantemente provocativa. Atrae hacia ella la fuerza de la voluntad del ser humano que la persigue, y parece reirse cuando se hunde para coger carrerilla y levantar olas de espuma derrotando a los caballeros/balleneros que intentan lancearla.
¡Un abrazo a todos y hasta la próxima!